La noche de San Lorenzo
Todas las almas de la ciudad vibran. El aire es especial. Me doy un paseo y vuelvo a casa a las 11, y todo se conjuga para que la noche sea profunda. Las lagrimas de San Lorenzo caerán sobre el planeta, la fiesta estalla, y la noche nos acoge en su seno. Venus, Afrodita, Saturno, Dionisos, Pan, y unos cuantos Dioses más guían los espíritus y los cuerpos.
Pero yo me vuelvo a casa. Leo un rato, y no se muy bien como, me duermo.
De pronto, a las 3, una guerra de petardos en la puerta me despierta de un salto. No habría dormido más de 1 hora. Y a la vez oigo voces en el patio y la escalera. Reconozco la voz de un vecino, cura por más señas. Oigo otra voz de hombre que no conozco mandándole a tomar por el culo, y una risa femenina. Cuando me levanto, ya oigo las voces en la calle, por el balcón. Me asomo, y lo que ocurre es que el mosén ha pillado a una pareja follando en el patio. Tenemos la puerta abierta, en parte porque el portón de madera no da más de si, y en parte porque yo me cargué la cerraja la semana pasada. Creo que esto último es determinante.
Y en lugar de dejarles disfrutar, o decirles que se vayan al parque, que está al lado y habrían estado más tranquilos, o unirse a ellos, que es lo que habríamos hecho cualquier ciudadano decente a esa hora y en la Noche de las Perseidas, parece ser que les dirigió la palabra de forma un tanto incivil, cortándoles todo el rollo, lo que provocó la indignación de los amantes.
Desde luego la noche estaba animada. Toda la ciudad borracha, sudando, amando, bebiendo, bailando, sobándose, vomitando, y entrelazándose como un solo ser bajo el influjo de las lágrimas de su patrón en su noche más dionisiaca. Tracas en la puerta de casa. Oigo las verbenas de fondo. El huskie que vive en el patio justo debajo de mi ventana que se une a la fiesta y empieza a aullar. Y claro, los pavos, que oyen aullar a su amiguito, acuden de donde estén a jugar con él, pensando que ya es por la mañana. Y empiezan a soltar sus desagradables berridos a 2 metros de mi dormitorio. (Mi casa es peculiar, y en el patio trasero se nos han instalado 14 pavos reales. Van y vienen durante todo el día. Además del cura y el lobito de debajo.)
Así que desvelado me voy a la galería de atrás a ver las Perseidas. El lobito y los pavos se tranquilizan al verme, estaban nerviosos por el ambiente cortante que palpitaba en la ciudad, un ambiente como de desastre inminente, ansioso, un ambiente como si algo estuviera a punto de pasar, no sé, nacer un niño, empezar una gran batalla, llegar el fin del mundo, estallar todos en un gran orgasmo colectivo....algo.
Me quedo un buen rato, y veo 4 grandes estrellas fugaces. Me relajo mucho, me entra bienestar. Medito sin rumbo. Me doy cuenta de que soy incapaz de formular un deseo. Nunca en mi vida he sabido. Lo más que sé hacer es intuir, que no ver, algo, y decir: eso. En ese eso, va el espíritu de la intuición, sin concretar. Pero nunca jamás he sabido pedir un deseo
Cuando me voy a dormir, la noche empieza a relajarse. Me quedan 3 horas para irme a trabajar, pero la fiebre que poseía a la ciudad como si ésta fuera un ser vivo palpitante y nosotros sus moléculas interconectadas por conexiones secretas e invisibles, y de la cual era imposible escaparse, está remitiendo. Es la hora serena antes del alba. En 1 hora, el lobito empezará a aullar para saludar a la luz, y los pavos acudirán a jugar con su amiguito. Qué nochecita......